La literatura es algo más y, de todas formas, es un testimonio de la sociedad. De esta manera, las novelas picarescas que reflejan bien aquella sociedad nos dan mucho mensaje a través de su protagonista, el pícaro. En las novelas picarescas españolas, el pícaro es un pobre, un vagabundo y un ladrón y trata de medrar sin importarle los medios, porque nunca estará en situación de permitirse el lujo de ser honrado. Él siempre se siente asfixiado en la pobreza y trata de liberarse de esa pobresa con la ayuda de un ingenio que le permite ir trampeando. La miseria es su disculpa y el ingenio, su medio. El pícaro es desvergonzado y caerá en derrota y ruindades, pero nunca es cruel ni sangriento. A diferencia de los críticos que habían analizado y estudiado las novelas picarescas desde el punto de vista satírico y crítico, yo quiero relacionarlas con la literatura de la época barraca, cuya cultura es muy conformista. Según J. A. Maravall, una cultura dirigida desde la ideología dominante ha asumido y neutralizado todo lo que de transgresivo pudiese provenir de la tradición anterior, medieval y renacentista. Y eso ocurre en el teatro. Entre un Torres Naharro prohibido por la Inquisición postridentina y un Lope siempre al servicio de quien detente el poder existe un proceso conformista. Así podríamos aplicar esa tendencia conformista de la cultura barroca también al género picaresco, que era otra corriente fuerte dentro de la literatura barroca. Américo Castro y Marcel Bataillon han analizado las novelas picarescas desde el punto de vista de ‘honor’ y de ‘la limpieza de sangre’, argumentando que el pícaro tiene plena conciencia de la relación entre honor y riqueza. Pero las tensiones en aquella sociedad de Barroco no surgían sólo de la contraposición pobres-ricos. Existían también las diferencias estamentales: seglares y clérigos, nobles y plebeyos; las relaciones de dominio y las relaciones laborales. La novela picaresca puede considerarse como la novela de frustración del medro. En Guzmán o en Pablos la pretensión de confundir a las gentes, disparando su aspiración, aunque sea fraudulentamente, de poder instalarse en la esfera de los caballeros, es patente. En el siglo XVII, la virtud ha sido reemplazada por una apariencia, es decir, por un modo de comportamiento que únicamente conserva algo así como la mecanización externa de la conducta del noble, y sólo importa de verdad asegurarse la posesión de los recursos que permitan montar y conservar esa conducta externa. De esta manera los pícaros procuran medrar a través de su conducta externa conseguida con el engaño, robo y estafa. Pero por el intento de medrar, los pícaros simpre acaban mal al final de su vida y esto contiene un mensaje conformista de aquella sociedad del siglo XVII. Así, dentro del contexto de la cultura barroca -cultura conservadora, urbana, masiva y dirigida- la literatura picaresca testimonia el surgimiento de una conciencia crítica dentro de una estructura histórica marcada por el dirigismo del complejo monárquico-señorial. De esta manera la novela picaresca viene a dar mensajes y propuestas implícitas de reformas sociales. Esta materia picarsesca levantó en su momento un preocupado alerta por parte de la sociedad, que, tomando en cuenta tales irregularidades, las etiquetó con nombres como los tipos de desviación o como los marginados. Pero el pícaro no es nunca rebelde ni reformador. El pícaro no pretende destruir el orden y reemplazarlo por otro. No es sino un sujeto de conducta aberrante. Más bien, es una figura que sirve para eliminar, o por lo menos, para reducir la amenaza del rebelde. Frente a algunos inservibles moralistas, los dirigentes, los políticos, los escritores preocupados de la situación social, se dieron cuenta de que la tolerancia del pícaro era el precio a pagar. La novela picaresca acertó de modo prodigioso a dejarnos un testimonio con particular vivacidad y precisión de la crisis económica, social e histórica durante el siglo de Barroco. Y eso puede interpretar como un esfuerzo dirigido al sector mediano para hacerle ver el deterioro social que se estaba produciendo, a fin de que se pusiera el adecuado remedio.