Durante la primera mitad del siglo XX el mundo europeo vivió una fuerte aceleración de la historia: dos guerras mundiales, ebullición de ideas y de movimientos políticos, etc. En literatura, como en las artes plásticas, frente al Realismo, aparecieron movimientos, escuelas, vanguardias e ismos. En unos casos se trataba de un arte de minorías, atento a la renovación formal; en otros, como reacción, se buscaba un arte o una literatura social, dirigida a las masas y con propósito de denuncia. Al hablar de las generaciones literarias de esta época, nos referimos no solo al cambiante y asombroso panorama literario sino a algo más amplio y de mayor profundidad teórica y social que se produjo con un afán de cambio de una sociedad. Este cambio fue el sueño de Giner de los Ríos, continuador del Krausismo. Su propósito fue renovar la vida intelectual española y la educación, regenerar el país a través de la revolución de las conciencias y crear hombres íntegros, cultos y capaces. Con objetivo instructivo Saturnino Calleja, hombre cercano al ideario krausista, pretendió formar a los escolares, ayudar a los enseñantes y contribuir a la educación popular a través de su editorial. La editorial Calleja fue pionera en la publicación de obras dedicadas a la infancia, que ocuparon el panorama editorial español durante cuatro décadas. Y con la peculiar adaptación de Pinocho, Bartolozzi fue uno de los más populares autores que sentaron las bases de la moderna literatura infantil española a lo largo de la primera mitad del siglo XX.